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Tratado tradicional sobre la duración perfecta del fantástico mundo de la comunicación. Pasen y disfruten.

Con veinte minutos de cocción, un kilo de pulpo queda tan exquisito que te costará librarte de los abrazos de júbilo de tus comensales, si también aciertas con el aliño.

Hay un tiempo para que un sabor y una textura funcionen en el paladar y despierten una buena atención del que lo disfruta.

En otra época, la duración de la canción perfecta, para que funcionara en la radio, era de dos minutos y medio;  eso hacían Los Beatles. Y aún hoy lo hacen muchos artistas, aunque David Guetta o Alejandro Sanz se empeñen en hacer lo contrario.

Un spot televisivo debe contener, en veinte segundos, la suficiente dosis de impacto para crearnos la necesidad apremiante de obtener ese producto o servicio para ser más majo o sentirnos henchidos de satisfacción.

Para la radio, la locución y el mensaje debe sustraernos de la falta de lo visual pero en ese mismo tiempo. Según mis propios datos, recopilados entre mis acompañantes durante distintos trayectos, no se entiende porqué el locutor de las noticias parece hablarnos escondido bajo una mesa camilla y la voz del primer anuncio irrumpe en forma de grito-hipo-aullido-huracanado desde el asiento de atrás. Confunden llamar la atención con asustar que, no es amable, es impertinente.  Además de agresivo.

Si lo tuyo es hacer marketing de guerrilla con poco presupuesto, siempre puedes optar por utilizar las plataformas digitales o redes sociales como Facebook o Youtube para exponerlo y esperar que sea tan viral como el controvertido “Amo a Laura”, de la agencia Tiempo BBDO, creado para la cadena musical MTV en 2006. Pero no te arriesgues y concreta la historia que quieras contar en treinta segundos. Más tiempo, tu vídeo tendrá más desertores que internautas pulsando play.

Conseguir que un medio escrito se haga eco de una nota de prensa no es difícil, es increíblemente complicado. Hacerte entender que la primera exposición de bodegones de tu tía abuela no es un acontecimiento extraordinario es, incluso, más complicado, por mucho que a la susodicha le diera por dibujar a diestro y siniestro desde hace tan sólo unos meses. Si por el contrario, tu propósito es comunicar un evento realmente notorio, nuestra recomendación más inmediata es que no seas cansino y tacha al menos treinta de los adjetivos grandilocuentes del texto que tu ego te haya dictado. No cuelan. La extensión no debe exceder de las veinticinco líneas. Y aún así, existe una fina línea que separa lo informativo de lo comercial. Si haces seguimiento telefónico de tu nota de prensa saldrás de dudas enseguida, en cuanto de forma rauda y muy diplomáticamente, la voz aterciopelada de tu interlocutor  te invite a hablar con este último departamento. Por muy seductor que seas, no son tiempos de romanticismos, los medios están caninos y se sustentan con publicidad.

Habría más que matizar sobre el fantástico mundo del marketing audiovisual; como por ejemplo, los ingredientes que deben emplearse para cocinar un spot efectivo. Pero eso, casi es mejor dejarlo en manos de profesionales, porque nosotros, sorprendentemente, también vivimos de la publicidad. Y como además,  para que un artículo de blog interese al “todopoderoso Google” debe tener alrededor de 400 palabras, y ya están más que superadas, os dejamos hasta el siguiente post; para que sigáis disfrutando de la película.

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